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Se trata de un precioso álbum ilustrado sencillo de leer. Trata de concienciar sobre el uso adecuado del agua y dar a conocer uno de los mayores desastres ambientales de nuestra historia.
Autor: Francisco Sánchez Martínez
Ilustradora: Bárbara Sansó
Sinopsis:
Un niño llamado Alexander ve unos barcos:
- ¿Los barcos no van por el mar? Entonces, ¿qué hacen estos barcos en un desierto?
Su padre le explica que antes había sido un mar enorme y que los habitantes de la zona vivían de la pesca, hasta que un día, unas máquinas desviaron el agua. Alexander, impresionado por este desastre ecológico, deseará buscar una solución para recuperar de nuevo el mar de Aral...
Pincha en el enlace para escuchar un interesante
poema de Irene Sánchez Carrón
Para que escriba yo,
aquí y ahora,
fue preciso
el odio de Medea y el hilo de Ariazna,
la caja de pandora y el cantar de la amada.
el rezo de la monja, el filtro de Julieta,
que venus se bañara y Artemisa cazara.
El dolor de Perséfone en el Hades
y el imán del pecado en el edén.
Que la mujer de Lot añorara Sodoma
el osceno rondar de Celestina.
Que Sansón se durmiera
y Adán no despertara.
Que Ufelia enloqueciera,
que Yerma no engendrara.
Que la voz de don Juan
me sedujera.
Para que pueda yo escribir,
aquí y ahora,
fueron precisas
reinas, brujas, ninfas, beatas,
huérfanas y madrastras,
damas castas y locas,
esclavas, campesinas,
rameras, trovadoras...
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5º A - Ed. Primaria
Con motivo de este día, los alumnos de 6º lanzaron globos,
donados por el Ayuntamiento de la localidad.
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Las niñas y niños de 2º de Ed. Infantil
regalaron lacitos a sus mamás.
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Escucha este interesante programa de
ONDA RADIO ALMANZOR
en el que participaron los alumnos de 6º de Primaria:
"DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER"
(Ilustrado por Ivan Bilibin)
En cierto reino vivía el zar Berendéi con sus tres hijos: los zaréviches Piotr, Vasili e Iván. Poseía el zar un hermoso jardín con un manzano que daba frutos de oro. El zar cuidaba mucho de este manzano: contaba las manzanas todas las noches y volvía a contarlas todas las mañanas. Y una vez advirtió que durante la noche, alguien había entrado en el jardín, pues faltaba una manzana. Lo mismo comenzó a suceder noche tras noche. El zar puso guardias en el jardín, pero nadie podía descubrir al ladrón.
Triste, el zar dejó de comer y de beber, perdió la tranquilidad y el sueño. Sus hijos le decían para consolarle:
—No te apenes, querido padre, nosotros mismos guardaremos el jardín.
Piotr, el hijo mayor dijo:
—Hoy me toca a mí vigilar el jardín.
Al anochecer fue a cumplir su cometido, pero por más vueltas que dio arriba y abajo, no descubrió a nadie. Entonces se tumbó en la hierba y se quedó dormido. Cuando despertó faltaban varias manzanas de oro.
Temprano en la mañana el zar llamó al zarévich Piotr —¿Me traes buenas noticias? ¿Has descubierto al ladrón?
—No, querido padre; en toda la noche no he dormido, no he pegado un ojo, pero no he visto a nadie.
A la noche siguiente fue el zarévich Vasili a guardar el jardín y también se durmió. Por la mañana faltaban más manzanas de oro.
—Hijo mío —le preguntó el zar— ¿has visto al ladrón?
—No, padre. He estado al acecho, no he cerrado los ojos, pero no he visto a nadie.
Le tocó al hermano menor, el zarévich Iván, hacer la guardia en el jardín. Por miedo a quedarse dormido, no se atrevía ni a sentarse. Si sentía sueño se lavaba con el rocío que bañaba la hierba y reanudaba la vigilancia.
A eso de la medianoche, un gran resplandor iluminó el jardín como en pleno día. El zarévich vio que un pájaro de fuego estaba posado en una rama del manzano y picoteaba las manzanas de oro.
Iván se acercó sigiloso al manzano y asió de la cola al ave. Pero el pájaro de fuego se debatió con tanta fuerza que logró escapar, dejando en la mano del zarévich una pluma de su cola.
Muy triste regresó el zarévich Iván a dónde le estaba esperando el lobo gris. El lobo le reprochó: —¡No te dije que no tocaras la jaula! ¿Por qué no me hiciste caso?
—Perdóname, por favor! ¡Perdóname lobo gris! —¡Monta! ¡Enganchado al carro, no te quejes de la carga!
De nuevo corrió el lobo más veloz que el viento llevando encima al zarévich Iván. En poquísimo tiempo llegaron a la fortaleza del zar Kusmán.
El lobo se detuvo y dijo:
—Salta el muro, zarévich Iván. La guardia está durmiendo. Ve a la cuadra y saca de allí el caballo, pero ten buen cuidado de no tocar la brida, o volverá a sucederte una gran desgracia.
Saltó el zarévich Iván el muro, aprovechando que la guardia estaba durmiendo, se introdujo en la cuadra y atrapó el caballo de crines de oro; iba ya a partir cuando vio la brida de oro que colgaba de la pared y se dijo: “¿Cómo voy a llevarme el caballo sin la brida?¡Y es tan hermosa!” Pero en cuanto tocó
el zarévich la brida, al instante sonaron en la fortaleza clarines y tambores. La guardia se despertó, apresó al zarévich y lo llevó ante el zar Kusmán.
—¿Quién eres? ¿De dónde has venido? ¿De qué padre eres hijo?
Soy el zarévich Iván, hijo del zar Berendéi.
¿Y no se te ha ocurrido nada mejor que robar un caballo? ¡Pero si eso no lo haría un simple mujik! (1) ¡Si hubieras venido a mi encuentro honradamente, yo, por respeto a tu padre, te hubiera regalado mi caballo! En fin, zarévich Iván, te perdonaré si me prestas un servicio. El zar Dalmat tiene una hija que se llama Elena la Hermosa. Ráptala, tráela aquí y te daré el caballo de crines de oro con su brida.
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(1) El término mujik era empleado para referirse a los campesinos rusos,
generalmente antes del año 1917. Antes de que en 1861 se realizaran
reformas agrícolas en Rusia, los mujiks eran siervos. Después de dichas
reformas, a los siervos se les otorgaron parcelas para trabajar la
tierra, y se convirtieron en campesinos libres. Estos campesinos fueron
conocidos como mujiks hasta 1917, cuando se produce la revolución
soviética. El mujik es generalmente descrito en la literatura rusa como
un ser pobre e ignorante. En ocasiones se lo presenta como un alguien
perverso y corrupto.
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Más triste todavía que antes regresó el zarévich Iván a donde le estaba esperando el lobo.
—¿No te dije, zarévich Iván —le reprochó el lobo—, que no tocaras la brida? ¿Por qué no me has hecho caso? ¡Yo me desvivo por servirte y tú lo echas todo a perder! —¡Perdóname, te lo suplico! ¡Perdóname, lobo gris!
—En fin, monta sobre mi lomo.
Y el lobo gris partió veloz como el viento. En poco tiempo llegaron al reino del zar Dalmat. En el jardín de la fortaleza paseaba Elena la Hermosa, acompañada de sus ayas y criadas. El lobo gris dijo:
—Esta vez, zarévich, iré yo mismo a buscar a la princesa. Tú emprende el regreso, que pronto te daré alcance.
Emprendió el zarévich Iván el regreso y el lobo gris saltó el muro y se introdujo en el jardín. Se agazapó al pie de un arbusto y vio que Elena la Hermosa salía al jardín con sus fieles servidoras. Elena estuvo un buen rato paseando y, en cuanto quedó un poco a la zaga de sus ayas y criadas, el lobo la asió de sus ropas, se la echó al lomo y huyó con ella.
Iba el zarévich Iván por el camino y de pronto vio que el lobo, llevando a Elena la Hermosa, le daba alcance. El zarevich Iván se puso muy contento.
—¡Monta sin perdida de tiempo! —gritó el lobo—. ¡Van a perseguirnos!
El lobo corría veloz, cruzando como una exhalación bosques, ríos y lagos. Por fin, llegó con Elena la Hermosa y el zarévich Iván al reino del zar Kusmán. Preguntó el lobo:
—¿Por qué te veo tan triste y abatido, zarévich Iván?
—¿Cómo quieres que no esté triste, lobo gris? ¡Amo a Elena la Hermosa con todo mi corazón! ¿Acaso puedo cambiarla por un caballo?
El lobo gris le respondió:
—No te separaré de tu amada. Voy a transformarme en Elena la Hermosa y tú me entregarás al zar Kusman. Mientras, la princesa te aguardará en este bosque y, cuando tengas el caballo de crines de oro, vendrás a buscarla. Partid enseguida los dos, que yo me reuniré con vosotros un poco más tarde.
Escondieron a Elena en una cabaña que había en medio del bosque. El lobo dio una voltereta y quedó convertido en Elena la Hermosa. El zarévich Iván lo llevó ante el zar Kusmán. El zar se alegró mucho y dio las gracias al zarévich diciéndole: —Te agradezco mucho, Iván Zarévich, que me hayas traído la novia. Toma el caballo de crines de oro con su brida.
Montó el zarévich Iván a lomo del caballo y fue en busca de Elena la Hermosa. La sentó a la grupa del corcel y se dirigió al reino del zar Afrón.
Mientras, el zar Kusmán se casaba. El festín se prolongó hasta altas horas de la noche. Cuando se hizo la hora de dormir el zar llevó a Elena la Hermosa a su habitación, pero en cuanto se acostó a su lado vio que el lugar de su joven esposa estaba ocupado por un lobo. El zar, espantado, se cayó de la cama, y el lobo huyó.
Dio el lobo gris alcance al zarévich Iván y le dijo:
—¡Súbete a mi lomo! ¡Déjale el caballo a la princesa!
Cuando llegaron al reino del zar Afrón, el lobo preguntó:
—¿Por qué te veo tan pensativo, zarévich Iván?
—¿Cómo quieres que no lo esté? Me da pena separarme de un tesoro como el caballo de crines de oro, me da pena cambiarlo por el pájaro de fuego.
—No te apenes, yo te ayudaré.
Llegaron al reino del zar Afrón, y el lobo dijo:
—Oculta a Elena la Hermosa y al caballo, yo me convertiré en el corcel de crines de oro y tú me llevarás ante el zar Afrón.
Ocultaron a Elena la Hermosa y al caballo en el bosque. El lobo gris dio una voltereta y se convirtió en el caballo de crines de oro. El zarévich lo llevó ante el zar Afrón. Al verlos, el zar se alegró muchísimo, salió a recibir los y los condujo al palacio. Entregó a Iván el pájaro de fuego en su jaula de oro.
El zarévich Iván regresó al bosque, montó a Elena la Hermosa en el caballo de crines de oro, tomó la preciosa jaula con el pájaro de fuego y se dirigió al reino de su padre.
Entretanto, el zar Afrón quiso probar el caballo y organizó una cacería. En el bosque los cazadores se lanzaron tras las huellas de un zorro. El caballo de crines de oro galopaba veloz y dejó atrás a todos los demás. El caballo se encabritó, el zar saltó de la silla y cayó de cabeza en un cenagal. En lugarde un caballo con las crines de oro, fue un lobo gris el que se dio a la fuga. Cuando levantaron al zar y lo limpiaron, el lobo había desaparecido.
Fue el lobo gris a reunirse con el zarévich Iván y le hizo montar en su lomo. Al llegar al lugar donde se habían encontrado por primera vez, el lobo gris dijo: —¡Aquí degollé a tu caballo, Iván Zarévich, despidámonos, yo no puedo ir más allá!
El zarévich Iván echó pie a tierra, hizo tres profundas reverencias al lobo gris y le dio las gracias con mucho respeto.
El lobo gris le dijo:
—No te despidas de mí para siempre, zarévich, que todavía he de serte útil.
“¿Cómo vas a serme útil, si ya se han cumplido todos mis deseos?”, pensó el zarévich Iván. Luego, montó a lomos del caballo de crines de oro y prosiguió su camino con Elena la Hermosa y el pájaro de fuego.
Poco antes de llegar a los dominios del zar Berendéi al zarévich se le ocurrió descansar un rato. Llevaban consigo un poco de pan, lo comieron, bebieron agua de un manantial, se echaron sobre la hierba y enseguida se durmieron.
En cuanto el zarévich Iván se quedó dormido, llegaron al paraje aquel sus hermanos mayores. Los zaréviches Piotr y Vasili regresaban al palacio de su padre con las manos vacías. Al ver que su hermano menor, Iván, lo había conseguido todo, enloquecieron de envidia.
—Matemos a Iván y todo será nuestro —dijeron.
Y he aquí que desenvainaron sus espadas y cortaron la cabeza al zarévich Iván. Elena la Hermosa se despertó. La princesa se asustó mucho al ver muerto al zarévich Iván y rompió a llorar amargamente.
Piotr Zarévich apoyó la punta de su espada sobre el corazón de Elena la Hermosa y le dijo:
—¡No se te ocurra decir una palabra! Ahora te conduciremos a presencia del zar, nuestro padre, y le dirás que hemos sido nosotros quienes te hemos conquistado. A ti, al caballo de crines de oro y al pájaro de fuego. Si no prometes hacerlo así, te mato ahora mismo.
Elena la Hermosa tuvo miedo de morir y juró todo lo que le pidieron.
Los hermanos echaron entonces a suertes para decidir quién se quedaría con la hermosa princesa y quién se quedaría con el caballo de las crines de oro. El resultado fue que la princesa sería para Piotr Zarévich y el caballo de las crines de oro para Vasili Zarévich. Y, llevando consigo el pájaro de fuego,
se pusieron en camino rumbo al palacio de su padre, el zar Berendéi.
El zarévich Iván yacía muerto en el valle y los cuervos revoloteaban sobre su cuerpo. Entonces salió del bosque el lobo gris y apresó a un cuervo y a su corvato.
—Vuela, cuervo, en busca de agua de la vida y agua de la muerte. Si las traes, soltaré a tu corvato.
Viendo que no tenía otra salida, el cuervo levantó el vuelo y el lobo quedó sujetando al corvato. No se sabe si fue mucho o poco el tiempo que estuvo volando el cuervo. Lo que sí se sabe es que trajo el agua de la vida y el agua de la muerte. El lobo cogió al pequeño cuervo y lo partió en dos. Después unió las dos mitades y las roció con el agua de la muerte, y las dos mitades se unieron. El lobo las roció con el agua de la vida, y el pájaro graznó y alzó el vuelo.
El lobo gris colocó la cabeza de Iván Zarévich sobre su cuello y la roció con el agua de la muerte. El cuerpo se soldó de inmediato. Lo roció con agua de la vida, e Iván Zarévich bostezó, se despertó y dijo:
—¡Cuan profundamente dormía!
—Tan profundamente —le dijo el lobo gris— que de no ser por mí no te hubieras despertado nunca. Tus hermanos te mataron y se llevaron a Elena la Hermosa, al caballo de crines de oro y al pájaro de fuego. Monta en mí sin pérdida de tiempo.
El zarévich Iván montó a lomos del lobo gris, y se dirigieron a toda velocidad hacia el reino del zar Berendéi hasta llegar a la ciudad principal.
El zarévich Iván se apeó del lobo gris, despidiéndose de él para siempre. Cuando llegó al palacio, se encontró con que su hermano mayor, Piotr Zarévich, se había casado con Elena la Hermosa y, después de la ceremonia, presidía el banquete de esponsales.
Iván Zarévich entró en la sala, Elena la Hermosa corrió a él en cuanto lo vio y dijo:
—Mi prometido es éste, el zarévich Iván, y no ese malvado que está sentado a la mesa.
Al descubrir la verdad, el zar Berendéi montó en terrible cólera e hizo encerrar a los zaréviches Piotr y Vasili en una mazmorra.
El zarévich Iván se casó con Elena la Hermosa y vivieron muchos años felices, tan unidos que no podían pasar ni un minuto el uno sin el otro.
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(Publicado y distribuido en forma gratuita por Imaginaria: www.imaginaria.com.ar)
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Aquí puedes ver y escuchar el ballet: