miércoles, 22 de enero de 2020

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Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y oscuros, apenas tenían el ribete rojo que impone la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida sobre la frente; sobre ella, pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas. Con este pergeño y la expresión sentimental y dulce de su rostro, todavía bien compuesta de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba por el mundo en penitencia. Le faltaban sólo el crucifijo y la llaga en la frente, si bien podía creerse que hacía las veces de ésta el lobanillo del tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más arriba del entrecejo.

(Texto del libro: "MISERICORDIA" - Autor: Benito Pérez Galdós)

AQUÍ PUEDES LEER UNA RECOPILACIÓN DE TEXTOS DE BENITO PÉREZ GALDÓS

Fragmento del libro: "Episodios Nacionales" 
1ª serie (1873-1875), Zaragoza - capítulo IX
 
No sé si he hablado del tío Gacés. Es este un hombre de cuarenta y cinco años, natural de Garrapinillos, fortísimo, hombre atezado, con semblante curtido y miembros de acero, ágil cual ninguno en los movimientos e imperturbable como una máquina ante el fuego; poco hablador y bastante desvergonzado cuando hablaba. Tenía una pequeña hacienda en los alrededores, y casa muy modesta; mas con sus propias manos había arrasado la casa, y puesto por tierra los perales, para quitar defensa al enemigo. Oí contar de él mil proezas en el primer sitio y ostentaba bordado en la manga derecha el escudo de premio y distinción de 16 de agosto. Vestía tan mal que casi iba desnudo, no porque careciera de traje, sino por no haber tenido tiempo para ponérselo y otros como él, fueron sin duda los que inspiraron la célebre frase de que antes he hecho mención: sus carnes solo se vestían de gloria. Dormía sin abrigo y comía menos que un anacoreta, pues con dos pedazos de pan acompañados de un par de mordiscos de cecina, dura como un cuero, tenía bastante para un día.

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Si quieres leer más textos extraídos de algunos de los libros escritos por este magnífico escritor, puedes pinchar en el siguiente enlace:



martes, 7 de enero de 2020

GRUPO MORALO: "LAS DOS JOTAS DEL TÍO PEPE"

Agradecemos la visita de este alegre grupo moralo a nuestro colegio. Aquí podéis escuchar algunas de las canciones que amenizaron con sus instrumentos musicales tradicionales.




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