Había una vez tres cerditos que fabricaban tres casas cada día para venderlas. Vivían tranquilamente.
De repente, un día vieron a lo lejos a un lobo que cada vez estaba más cerca. Cuando el lobo feroz estuvo delante de los cerditos se fueron cada uno a su casa. El lobo les persiguió y destruyó la casa de paja y la de palos, pero no pudo con la de ladrillos.
Entonces el lobo fue a pedir ayuda a otros lobos y entre todos la destruyeron.
Los tres cerditos llegaron corriendo a un jardín, donde el lobo no podía pasar.
Pensaron en una idea para que el lobo no les cogiera. Hicieron una trampa que era un agujero en el suelo que tenía encima palos débiles y hierba.
Cuando el lobo iba a pisar el agujero, vio a los tres cerditos y se acercó. Se había puesto una máscara para que los cerditos no le reconocieran. De pronto se quitó la máscara y los cerditos vieron que era una loba. Corrió tras ellos y cayó en la trampa.
Los cerditos pensaron que no podía salir del agujero pero la loba escaló y volvió a perseguirlos.
Se escaparon y llegaron a una plaza llamada Cermundi. Entonces se escondieron en un agujero que había bajo tierra de una de las casas que habían vendido.
La loba era lista porque tenía una nariz que podía perseguir los olores de los cerditos. Cuando los encontró consiguieron escapar y llegaron a una granja que estaba totalmente llena de trigo y maíz. Los tres cerditos se fueron por distintos caminos.
La loba no sabía por dónde ir y se preguntó:
- ¿Por qué camino iré?
Se fue a ver qué había en la casa que estaba en la granja y no vio nada porque la puerta estaba cerrada. Los cerdos estaban dentro y al oír a la loba uno de ellos encendió la chimenea. Cuando la loba bajó por ella se quemó el ano y fue volando por el aire.
Al final vivieron los cerdos con felicidad y paciencia.
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