sábado, 14 de diciembre de 2019

CUENTO: "TERROR EN EL ALMANZOR" (Luis Carlos Olea Calderón)


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Bienvenidos a mi aposento,
una habitación apropiada para este momento.
Conocéis la entrada estrecha
pero no la salida ni su fecha.


Si ya estáis todos 
comenzaré el relato a mi modo.
¡Cuidad el corazón,
controlad la respiración!

Una fría mañana
del último día de octubre,
bajo un cielo gris que todo cubre,
los alumnos entraban al cole con gana.

Una bruja de muy negro color
en la cocina se coló,
de pies y manos a las dos cocineras ató
y los frutos deseados envenenó.

Los niños y niñas jugaban sin sospechar 
la que se venía encima al masticar,
nada más tragar
la pócima infernal.

Llegada la hora especial
los maestros repartieron en los cucuruchos
castañas calientes en cada cartucho
advirtiendo de que podían quemar.

Se pelaban con cierta facilidad
pues la bruja sabía su objetivo lograr;
así cada cual masticaba
y con su saliva el veneno mezclaba.

Y en un pis pas,
al tragar la castaña fatal,
se convertía cada cual
en su pesadilla principal.

Quien temía a la noche
de temblores oscuros hacía derroche;
quien miedo a la oscuridad
la nube negra le tapará.

Si temes a las brujas malvadas
en bruja te convertirás;
si a los murciélagos de las cuevas y grutas excavadas,
¡tú, sangre negra chuparás!

Si temes la risa de la hiena
como ella serás;
si es al león hambriento
buscarás carne, su codiciado alimento.

Tanta gente corriente
que teme a las serpientes
en ellas se convertirá,
por lo que las culebras abundarán.

Muchas ratas habrá asquerosas,
pues muchos osan
temerlas más que a osos y osas 
y en ellas su temor posan.

Los muertos vivientes
serán muy corrientes
pues muchos los temen siempre 
y más en noviembre, en su vientre.

Habrá muchos perros feroces,
tigres audaces,
elefantes en estampida
sin agua y sin comida.

Juan le teme al gorila,
lleno de negro pelo 
parece y da el camelo,
a cuatro patas se espabila.

Acude en esto rápido Ernesto,
sin miedo, presto;
a todos tranquiliza
y su cuerpo y alma desliza

hasta alcanzar la cocina,
desde donde la bruja Regina  
contempla su obra
y sus malas artes maniobra.

Desde allí ve camaleones exhibicionitas
que se lucen como artistas;
ogros como Shrek El Verde
que asusta y no se pierde.

Hipopótamos delgadísimos
de cutis finísimo,
con una boca enorme
que todo queda deforme.

Enormes cocodrilos,
como los de las aguas lejanas del Nilo
con bocas amenazadoras
que tragan hasta ametralladoras.

Malvadas cigüeñas,
picotonas y pedigüeñas;
águilas protestantes
por no tener comida bastante.

Halcones, aguiluchos,
canes, gatunos, chuchos;
gusanos gigantes,
orugas picantes.

Escorpiones, mil pies,
al derecho y al revés.
Rebeldes cangrejos,
tiburones jóvenes y viejos.

Ballenas azules que muerden y tragan - ¡pardiez! -
todo lo que pueden a la vez
se mueva o esté quieto
como al pobre Aniceto.

 Nadie escapa a la maldición:
¡Todo el que coma castaña
se transformará en su piel y entrañas
en una nueva y malvada condición!

La bruja disfrutaba
por lo que sus ojos contemplaban.
No pudo darse cuenta,
al estar tan contenta.

Con la llegada de Lidia,
que ya no tiene a nadie envidia,
se encontró la solución:
¡Ernesto y ella a la bruja atraparon sin remisión!

La ataron mientras veía la función,
desataron a las cocineras
que estaban contentas y enteras
y entre todos deshicieron el hechizo del montón

de la bruja Regina,
leyendo en su mismo libro mágico
cómo salvarse del arte trágico
de una piruja nada fina.

Cada cual volvió
a su ser entero,
al punto cero,
y todo nuevamente comenzó.

Se comieron castañas asadas
sin que pasara ya nada
y se rieron felices 
de tantas bocas y narices.

Y colorín, colorado,
este cuento... ¡No, no se ha acabado!

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